El pasado 14 de diciembre George W. Bush, en una gira de despedida por Iraq y Afganistán, tuvo los buenos reflejos de esquivar dos zapatos que le lanzó un periodista iraquí llamado Muntazer Al Zaidi. Le dijo: "¡Este es el beso de despedida del pueblo iraquí, perro!".
El periodista de Al Baghdadiya se ha convertido en un héroe nacional, y no culpo a quienes lo consideren así: La gestión de la guerra Iraq ha sido desastrosa, la visión de Rumsfeld pésima, y la política en ese país lo ha llevado a una situación de violencia insostenible. Quizás Bush no se merece un zapatazo y que le llamen perro, el peor insulto que hay en el mundo árabe, pero sí un buen estirón de orejas.
Ahora bien, Muntazer Al Zaidi tuvo la libertad de tirarle un zapatazo y el pueblo iraquí tiene la libertad de exigir su liberación mientras culpa a Bush de todos sus males. ¿Qué hubiera ocurrido con Sadam Hussein? Primero, a Muntazer Al Zaidi ya le habrían colocado un explosivo en el pecho y lo hubieran hecho estallar, y el pueblo iraquí no habría salido a la calle para exigir su liberación, so pena de acompañar al periodista chií en la explosión.
Si Sadam Hussein daba zapatazos a la libertad, Al Zaidi los ha podido dar en libertad.
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