Primero habría que recordar a uno de los padres de nuestra treinteañera Constitución Española que el Estado es aconfesional, no laico. Segundo, habría que recordar la permisividad y (me atrevería a decir) el mirar a otro lado del gobierno socialista acerca de la presencia de este signo religioso que, de ser ostentosamente mucho más visible que un crucifijo es, además, un signo de sumisión femenina en una época en la que se ha creado hasta un Ministerio de la Igualdad.
No puede ser que este gobierno, que con sus acciones y con sus declaraciones están provocando una reacción anticlerical y anticatólica (cristofobia lo denominó el arzobispo de Toledo, Antonio Cañizares; yo lo denomino simplemente como intolerancia), se empeñe en atacar la presencia de imágenes de la religión mayoritaria en este país y no diga ni haga nada ante los símbolos de una religión que discrimina a la mujer y, en cuyo nombre, se ahorca a homosexuales en ciertos países islámicos.
Porque, con la lógica de Peces-Barba, en un Estado aconfesional, en el que sólo hay 800.000 musulmanes, es "lógico" que al resto de los 46 millones largos de habitantes de España no le parezca bien que haya velos islámicos en las aulas.
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