Si yo fuese presidente de un país iberoamericano, pongamos por ejemplo la Argentina, ahora mismo nacionalizaría todas las grandes empresas españolas, especialmente Repsol-YPF y Endesa. Sé que no es, desde luego, una medida muy liberal, pero sería la única solución para garantizar los intereses del país que presidiera.
Si, por ejemplo, Lukoil acabara controlando Repsol, con la sospechosa aquiescencia de ZP, resultaría que los rusos controlarían, de paso, los negocios iberoamericanos, entre ellos YPF. Miren: que controlen la petrolera empresarios privados gallegos, pase, pero que lo controlen los rusos, especialmente Putin, pues no. Los españoles que se apañen, pero Putin no controlará el petróleo argentino, aunque digan que Lukoil es totalmente privada y con un alto porcentaje yanqui. Y después podríamos privatizarla de nuevo siempre con la condición de que sean empresas privadas y no controladas por gobiernos estatales. Y si son españolas, que no gobiernen los socialistas, que la lían.
En el caso de Endesa, donde Enel, que tiene un 67% de las acciones, quiere hacerse con el control total de la empresa y, recordemos, el Estado Italiano posee un 31,6% de las acciones de Enel, no tardaría en privatizar todos los negocios de Endesa que estuviesen en suelo argentino. Que lo controlen los gallegos pase, ¡pero que lo controle Berlusconi...! Y después a privatizar con las mismas condiciones antes mencionadas.
Yo no soy el presidente de la Argentina, sino el matrimonio Kírchner, así que sólo puedo dejar el consejo que, a la vista de la arbitrariedad demostrada con las nacionalizaciones de las pensiones, es muy posible que lo haga. Pero sabiendo también que Rusia tiene gran amistad con el gorila rojo y, por extensión, con los países afines a quienes éste les paga las campañas electorales, la esposa de Néstor Kírchner no pondrá impedimento a que Putin controle los hidrocarburos argentinos, como tampoco hará ascos a la siempre inefable sonrisa acartonada de Berlusconi.
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