Barack Obama ha ganado el premio Nobel de la Paz. A pesar de los esfuerzos de José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del gobierno español, por hacerse con este preciado galardón con su visionaria Alianza de las Civilizaciones y el dinero invertido (de nuestros impuestos) en, por ejemplo, la bóveda llamada "Cúpula de Barceló", ha sido un tipo que apenas lleva ocho meses ocupando el despacho oval quien se ha llevado el gato al agua. Otro motivo más para alimentar el antiamericanismo socialista.
Este premio no se explica si no es con la manipulación politizadora del mismo. No se ha premiado una acción, no se ha premiado ningún logro, sólo se ha premiado un discurso cuya única pretensión es ser todo lo contrario del discurso (de las acciones y los logros) de Bush antecesor de Obama. Un discurso tan hueco (aunque mejor construido y mejor orado) como el de su colega Z.
Barack Obama no ha logrado el establecimiento de, no ya la paz, sino de una democracia más o menos homologada y el entendimiento en Iraq. Tampoco lo ha logrado en Afganistán, donde un quizás paralítico y ciego Osama Bin Laden esté ya preparando el regreso de los talibanes a Kabul, donde acondicionará la arena del estadio de fútbol para ejecutar, ora con bala ora con piedra, a los rebeldes y a esas mujeres que osaron quitarse el burka. Las demás mujeres morirán como pordioseras en sus casas por no poder ser atendidas por un médico.
No obstante, quizás logre que en su visión de "un mundo libre de armas nucleares", Irán (cuyo presidente quiere aniquilar Israel y todo quien lo habite) y Corea del Norte (la dictadura estalinista hereditaria) se hagan con sus juguetitos atómicos.
El comité de los premios Nobel ha decidido premiar palabras huecas, y no hechos, a una persona con la capacidad de movilizar la mayor maquinaria bélica del mundo y de destruir ese mismo mundo a base de armas atómicas con sólo abrir un maletín. Y lo hará si lo cree necesario en defensa de su país o por los intereses de su país, alejado de cualquier multilateralismo y de la ONU, por mucho que su visión de un mundo sin armas nucleares no sea más que un sueño que adorna palabras huecas, eso sí, ganadoras del premio Nobel de la Paz.
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