El caso Gürtel está sembrando el Partido Popular de imputados y también algunas víctimas que, incluso, se empeñan en creer que la cosa no va con ellos y que de víctimas, nada. Y cuando digo víctima, no me refiero al caso de, por ejemplo, Loyola de Palacio cuando fue injustamente mezclada en el Caso del Lino, sino a víctima de su propia incompetencia.
Ése es el caso de Francisco Camps, Paco Camps, o como quiera llamársele, el que quiere mucho a sus amigos, y al que unos trajes y su chulería le han abierto ya la puerta del armario de los cadáveres políticos y, aunque no lo sepa, ya está dentro.
No destituir a Ricardo Costa con la firmeza que se le debe presuponer a un dirigente de partido quien, además, preside un gobierno (en este caso autonómico), pone en tela de juicio su capacidad política para atajar de raíz la corrupción que gangrena el partido en Valencia, donde el asunto de los trajes, cosa de la que se reía tanto, ha cavado su tumba política. Eso y sus formas que a cualquier persona con el sentido común que pregona Mariano Rajoy le abochornaría. (¿Dimisión? Claro que hemos hablado de dimisión, pero la de Zapatero) ¡Qué firmeza, seriedad y responsabilidad la de este gobernante!
Mientras, en Génova 13, Rajoy dice que la cosa es de unos cuantos chorizos que se han querido aprovechar del PP, pero que la cosa no es del PP. Se equivoca. Sí es del Partido Popular. Y es del propio Mariano Rajoy, el cual ha demostrado con intolerable nitidez que carece de total liderazgo y autoridad para pedir responsabilidades políticas donde aquellos que le facilitaron la sede del Congreso de Valencia y los avales en blanco, son los mismos que, poco a poco, y ya desde dentro, le abren también a Rajoy el armario de cadáveres políticos.
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