Hace tiempo que se acabaron esos años en que los regímenes totalitarios comunistas eran satélites de lo que se decía en la Unión Soviética y en los que los partidos comunistas eran correas de transmisión de Stalin y sus sucesores. Pero siguen habiendo nostálgicos de aquellos años, en los que la represión y el totalitarismo eran sinónimos tenebrosos de libertad e igualdad.
A la izquierda más radical no le interesa manifestarse por el régimen chino, pues ha abandonado toda la ortodoxia económica comunista para abrir McDonalds en Tian'anmen, aunque no haya abandonado la ortodoxia política comunista, es decir, esa tan alejada de la democracia que encarcela y ejecuta a los disidentes haciéndoles pagar la bala con la que les destrozan la nuca.
Tampoco se manifestarán por el régimen norcoreano, aunque se mantenga la más férrea ortodoxia estalinista en todos los ámbitos, pero una vez que se han emitido reportajes, algunos muy relevantes como el realizado por Jon Sistiaga para Cuatro ("Amarás al líder sobre todas las cosas"), la imagen de Corea del Norte no es muy buena como para que la izquierda radical vaya a defenderla, y más teniendo en cuenta el sistema hereditario que han elegido allí para ir cambiando de dictador, propio de las más rancias monarquías como a su parecer es la española.
Pero sí había que manifestarse por el pueblo cubano, y más cuando al día siguiente hay una manifestación en apoyo del pueblo cubano, aunque convocado por la derecha. Cualquier despistado podría preguntarse para qué se manifiestan por el pueblo cubano dos veces y no hacen una sola, más multitudinaria. Es por la propia diferencia que hay en los conceptos de pueblo.
Así, mientras la izquierda radical no se manifestará por la libertad de los ciudadanos chinos y tampoco por la de los ciudadanos norcoreanos, tampoco se manifestará por la libertad de los ciudadanos cubanos, esos que sufren la represión económica, ideológica y antidemocrática de la dictadura de los idolatrados hermanos Castro. Para ellos pueblo es un todo que, necesariamente, ha de ser guiado por un alguien.
Así, cuando se dice en el manifiesto: "Cuba es un país soberano e independiente y es a su pueblo a quien le toca dirigir su destino", no se refiere a los ciudadanos, que ya hubieran cambiado el destino de su país si no fuera por las terribles represalias que sufren quienes alzan la voz, si no a Fidel y todo el Partido Comunista, que se han eregido representantes de ese pueblo amordazado al que esta izquierda cree defender.
La pregunta es cuándo esta izquierda radical dejará de defender conceptos tan retorcidos como pueblo y empezarán de verdad a defender la libertad de cada uno de los ciudadanos cubanos (chinos y norcoreanos), la libertad de expresarse, la libertad de ganarse la vida y prosperar sin tener que prostituirse o, simplemente, la libertad de derrocar al dictador con la fuerza de su voto. Porque confiar en que "Cuba siga avanzando a pesar de los obstáculos impuestos en el disfrute de su libertad e independencia profundizando en los objetivos que sustentan la Revolución: justicia social, equidad y solidaridad" no es más que pedir que Fidel perdure cien años más.
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