Leo y oigo las palabras del miembro designado por el Partido Popular en el CAC (Consejo de lo Audiovisual de Cataluña), Fernando Rodríguez Madero, pidiendo el exorcismo de Federico Jiménez Losantos para que vomite todo lo que tiene dentro y, más tarde, llamándole ayatolá que babea. Ese mismo día, Mariano Rajoy, en un discurso, aboga por el control del periodismo (en un paralelismo con el control del sector bancario). Y al día siguiente, oigo las ya rectificadas (a su conveniencia) palabras de Cristina Almeida diciendo cuánto disfrutaría quemando estanterías de libros de según que historiadores en "El Corte Inglés".
En apenas 24 horas, hemos asistido a ciertos ataques a la Libertad de Expresión por parte de la izquierda y de la pseudoizquierda (léase marianismo) que, realmente me inquietan.
No voy aquí a hablar del significado profundo de este derecho constitucional, porque es de sobras sabido que la Libertad de Expresión es el pilar básico de una democracia y de nuestra constitución. Pero parece que ciertos sectores de los políticos no lo creen así, porque les incomoda que ciertos periodistas digan ciertas cosas y lo digan de cierto modo, el cual puede gustar o no, pero no podemos por ello cercenar su libertad de opinar libremente.
A pesar de que el nacionalismo catalán (incluido PSC) se empeñe en decir lo contrario, el CAC está totalmente politizado y no es imparcial, y la prueba palmaria la ha dado un afiliado peperiano al decir las palabras que arriba se mencionan. Que después del reparto se observe que quitan dos emisoras de la cadena COPE (Gerona y Lérida) para dársela a otros medios con, al parecer, varios defectos de forma en sus solicitudes, es muy sospechoso. La COPE es quizás la radio más virulenta con el actual gobierno catalán, y lo ha pagado con la pérdida de dos emisoras de FM, y el señor Rodríguez Madero ha demostrado que, al menos él, no se ha guiado precisamente por criterios técnicos, sino más bien por fobia personal a ciertos colegas periodistas.
Cristina Almeida declara que quemaría los libros de César Vidal y todos los libros de historia que los acompañan en las estanterías de "El Corte Inglés". Oyendo a esta señora uno no sabe si sólo quiere quemar una precisa estantería o realmente su deseo es aplicar el método Winsor a todos los edificios de la cadena comercial por distribuir esos libros heréticos. Lo que está claro es que Cristina Almeida no admite que la historia se pueda contar desde otro prisma que no sea el de la izquierda, pues aquel es un prisma que saca a relucir cosas incómodas que, en un libro de César Vidal, no pueden disfrazarse como defensa de la libertad o, simplemente, ignorarse.
Y queda Mariano Rajoy. Cuando uno tiene a la (su) prensa en contra, sólo le queda defender las teorías de Gaspar Llamazares sobre el control del periodismo, es decir, de la libertad de expresión. A Mariano, perdido porque no sabe más que rodearse de sus afines e ignorar todo lo demás, sólo le queda decir que apoyará la aglutinación de la prensa escrita en un solo periódico, llámese Granma. ¡Ah! Y llamar a Federico Jiménez Losantos, Federico Jiménez losdemonios
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