Después de casi un año sin escribir, habiendo pasado muchísimas cosas en la política española que bien debiera haber comentado en este blog y que, por circunstancias que no voy a precisar, no he expresado, vuelvo a retomar El Ala Derecha. Con tantas razones que ha habido tras otro año de régimen zapateril, no he sentido las ganas de escribir hasta ahora. A mis escasos seguidores, mis disculpas.
***
Todos los partidos políticos (
todos los partidos políticos) han trabajado duramente para ganar las elecciones municipales y autonómicas. Especialmente, los gobernantes, han trabajado de manera especial para ocultar una realidad bastante cruda al ciudadano antes de que depositaran su voto en las urnas: no hay dinero, ni siquiera la calderilla. Las deudas que afrontan las administraciones autonómicas y locales son terribles, obligando a los gobernantes entrantes a imponer duros recortes y medidas que, a buen seguro, serán dolorosas.
Es lo que toca: Bajo un gobierno socialista que deja la economía hecha unos zorros, tiene que venir el Partido Popular y, obligatoriamente, imponer recetas impopulares (caldo de cultivo –por otro lado– de la demagogia de los sindicatos que criticarán sin piedad a pesar de que ellos son muy responsables de la situación actual). Aunque el Partido Popular tampoco, en la parcela que le corresponde, es ajeno a la culpa (para
consuelo de la izquierda sopenista)
Se ha dejado constatado en esta crisis brutal que ésta no es sólo económica, sino también institucional. Institucional en el sentido que, mientras el Gobierno Central tiene serios problemas con Ángela Mérkel cada vez que tienen una charla sobre el déficit de España, las Comunidades Autonómicas parecen que van por libre, como si las cosas no fueran con ellos. Y los Ayuntamientos, más de lo mismo. Y, como se va a ver, las Comunidades Autonómicas y los Ayuntamientos
son tanto o más responsables de la crisis como el Gobierno Central.
Mientras numerosas empresas a lo largo de toda la geografía nacional han quebrado o van a quebrar con las deudas de las administraciones públicas sin satisfacer, con la consecuente pérdida de puestos de trabajo, nos llegan cada día noticias de los derroches que se llevan los políticos de turno, independientemente del partido que sean.
Enchufes,
asesores, coches oficiales, viajes, comidas,
gastos de protocolo, puestos de confianza, subvenciones a la chorrada más grande... conforman ese guiso de gasto superfluo que, con razón, enojan a los ciudadanos mientras se cierran empresas y con ellas, fuente de riqueza.
Y eso, sin contar con las administraciones como las diputaciones provinciales y otras que se inventan, (como las comarcas en Aragón), que no son más que otro pozo sin fondo para el gasto público, es decir, lo que religiosamente pagamos todos los ciudadanos. Y otro factor, no menos importante, es la corrupción política.
Ante los impagos, ya se empiezan a ver sentencias donde los alcaldes tienen que responder con su patrimonio las deudas de sus respectivos Ayuntamientos. Es un avance y, sin duda, un aviso de que las administraciones públicas no son cotos ni cortijos donde el dinero "no es de nadie" (Carmen Calvo
dixit) y por tanto se puede derrochar, no sólo el dinero contante y sonante, sino también el futuro.
Ante la corrupción política, no podemos cerrar los ojos y evidenciar que es el cáncer de la democracia y un ataque a la libertad. Hay que quitar la idea de que a uno entra en política para enriquecerse o para conseguir una pensión vitalicia. Hay que recuperar la idea de política para servir al ciudadano, no de aprovecharse de él. El endurecimiento de las penas por corrupción, malversación y otros tantos delitos contra la Administración pública, donde el corrupto entre en la cárcel por una buena temporada, y la imprescriptibilidad de esos delitos (
para que no se confunda como una absolución) son medidas necesarias para extirpar el tumor, para regenerar la democracia y recuperar, muy poquito a poco, la confianza en los políticos.