Cada vez que veo los periódicos aparecen casos de corrupción. Me resisto a pensar que la corrupción esté tan generalizada en la vida política española que ya forma parte inherente a nuestra democracia, pero esa resistencia tiende a rendirse a la evidencia.
Y la evidencia es que no sólo existe una telaaraña andaluza, que día a día se denuncia a través de Libertad Digital, sino que parecen existir muchas telaarañas de partido, tanto a la izquierda como a la derecha.
Triste es, por ejemplo, que la abogacía del Estado, a instancia del gobierno Z., se persone en el caso Gürtel y, sin embargo, defienda a capa y espada el caso Matsa, que salpica de lleno al vicepresidente tercero Chaves y su familia, en la que también está por medio dinero público, dinero de todos.
Pero más triste es que Rajoy, que preside un partido político que en época de Aznar sabía diferenciar lo que son las responsabilidades penales de las responsabilidades políticas (y que tantas veces exigió), olvida aquella etapa de la que él también formó parte para defender a Bárcenas y atar (a mi parecer de manera suicida) su destino al del tesorero del PP. El caso de Bárcenas ya está en el Tribunal Supremo y el tesorero no ha demostrado ni un ápice de responsabilidad para con el partido (mostrando su dimisión, al menos, de tesorero) y Rajoy tampoco ha mostrado la inflexibilidad presidencial que hay que tener ante un militante que, por mucho que sea de su equipo, está siendo investigado por el T.S. por un caso de corrupción que, cada día que pasa, parece más evidente y está haciendo mucho daño, no sólo al Partido Popular, sino a la derecha española.
No haría ningún daño, sino todo lo contrario, que Bárcenas estuviese en la nevera política a la espera de que se demuestre o no su culpabilidad. Por ahora, Bárcenas, con el apoyo de Rajoy, sólo parece demostrar que no sólo existe una telaraña andaluza, sino una telaraña popular con quién sabe cuántos cadáveres en armarios que mejor es que nadie sepa de ellos.
Lo preocupante del caso es que con los dos principales partidos de nuestra democracia defendiéndose de casos de corrupción y acusando al contrario de ser más corrupto todavía, en vez de adoptar una actitud beligerante de tolerancia cero a la corrupción, hacen un daño gravísimo a la democracia española y, totalmente asqueados de esta corrupta partitocracia, los españoles acaben votando una voz mesiánica que acabe, definitivamente, con la democracia que nos queda.
¿Imposible? Miren como está, por ejemplo, Venezuela.
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